Historia de la pizarra en Bélgica
Hoy vamos a hablar un poco de la historia de la pizarra en Bélgica. Este pequeño país de la Europa Atlántica tiene una larga tradición pizarrera. En Bélgica hay tres grandes zonas productivas: pizarras rojo-púrpura y verdes (litotipos R1 y G1 según la Clasificación Internacional de pizarras para Cubiertas IRSC), del periodo Cámbrico, características de la zona de Oignies-Fumay; pizarras negras-grises y azuladas (B1), del Devónico, en Herbeumont-Bertrix, Neufchateau y Martelange; y las pizarras negras-grises (B1) de Vielsalm, en el Ordovícico.
Yacimientos de pizarra en Bélgica, en Remacle, A. (2007). Les ardoisières de l’Ardenne belge
Los yacimientos se concentran en la histórica región de las Ardenas, al este y sureste del país, en la zona francófona. Las Ardenas es una región boscosa, moldeada por la vegetación y los ríos, de los cuales el más importante es el Mosa. Debido a la gran densidad de los bosques, estos ríos han sido las principales vías de comunicación desde tiempos remotos. A lo largo de sus cauces se pueden ver las fortalezas y castillos que antaño los vigilaban, y que hoy en día forman parte del patrimonio arquitectónico de la región.
Un rasgo muy característico e inconfundible de toda esta arquitectura es el uso de pizarra. La pizarra es la roca de las Ardenas. En la Edad Media no se empleaba el término ardoise (pizarra en francés) para referirse a la pizarra, sino scaille, escama, debido a la similitud entre una cubierta de pizarra y las escamas de un pez.
En el siglo XVII, Jacob Huchet, un lingüista francés, propone que el origen de la palabra ardoise proviene del nombre Ardenne, las Ardenas, lo que da una idea de lo estrecho de la relación entre la roca y la región.
Al igual que en el resto de Europa, los primeros indicios del uso de pizarra en cubiertas se remontan al Imperio Romano. Cerca de Vielsalm, a pocos kilómetros de la frontera con Luxemburgo, se han encontrado yacimientos arqueológicos de los siglos I al IV d.C. con restos de cubiertas de pizarra. Durante siglos, la pizarra fue empleada por los habitantes locales en sus construcciones, aunque la caída del imperio romano y los siglos de decadencia que vinieron después hicieron que su uso disminuyera hasta la llegada de la Edad Media.
Es en este momento cuando las canteras de Fumay, en la frontera con Francia, tienen un gran desarrollo, impulsadas por la Iglesia, que empleó cubiertas de pizarra en muchos de sus edificios. En 1154, el Conde de Namur, Henri el Ciego, concede a la abadía de Brogne el derecho exclusivo sobre las canteras de Oignies y Fumay (esta última en terreno francés pero muy cerca de la frontera belga), siendo este el primer registro histórico de dichas canteras en la Edad Media.
Al principio la roca se extraía de manera artesanal, empleando herramientas agrícolas, y los formatos que se producían eran de aspecto rústico y gruesos. No fue hasta los siglos XII y XIII cuando la forma de trabajar los yacimientos mejoró, así como las técnicas de minería, lo que permitió producir pizarras finas y homogéneas, muy parecidas a las actuales.
Durante el dominio francés, el Emperador Napoleón I ordenó que se empleara pizarra en los edificios oficiales, preferentemente de la región de Fumay, al sur de las Ardenas. Esto, unido a la llegada del ferrocarril llegó a mediados del siglo XIX, hizo que la rentabilidad y producción de las explotaciones aumentara de manera considerable.
Al mismo tiempo se inició una lenta transición desde las canteras cielo abierto hacia las minas, ayudada por la reciente Revolución Industrial. Se incorporaron máquinas de vapor que alimentan los sistemas de bombeo y las grúas que suben el material hasta la superficie, aunque el avance de mayor importancia fue sin duda la introducción de la luz eléctrica, que incrementó de manera considerable la seguridad en las minas.
Después de una auténtica edad de oro a partir de la segunda mitad del siglo XIX, llegaron las guerras y, sobre todo, la crisis económica de 1929. En la segunda mitad del siglo XX, después de las sucesivas crisis y guerras, la pizarra belga solo se producía en cuatro regiones: Vielsalm, Herbeumont, Martelange y Warmifontaine.
A partir de los años 60, las explotaciones fueron cerrando gradualmente, hasta que en 2002 cerró la mina de Warmifontaine, acabando así una historia minera de siglos. Hoy en día, el mercado belga se nutre casi exclusivamente de la pizarra. Este mercado solo acepta las mejores calidades, y tiene su propia marca de certificación, la ATG pizarras.
En Bélgica hay muchos ejemplos de arquitectura con pizarra natural y nosotros hemos tenido la suerte de participar en algunos de los proyectos más prestigiosos.