Restauración del polvorín de la ciudadela militar de Port-Louis
En 1590 las tropas españolas, al mando de Don Juan del Águila, se unen al Gobernador de Bretaña en su lucha contra Enrique IV de Francia en las Guerras de Religión. Para apoyar la contienda, el arquitecto Cristóbal de Rojas diseña una ciudadela a la entrada del estuario del Blavet, un lugar estratégico, y el enclave es bautizado como Fuerte del Águila.
Más tarde, la ciudadela se abandona y sufre los desperfectos propios del paso del tiempo hasta que Luis XIII ordena su reconstrucción en el siglo XVII. El fuerte pasa a ser un símbolo de la monarquía por sus cualidades defensivas y toma el nombre por el que es conocido hasta el día de hoy.
Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, la fortaleza defiende el estuario y más tarde pasa a encargarse de la vigilancia del tráfico marítimo. En 2007 los últimos militares abandonan el emplazamiento.
El polvorín
Este edificio es uno de los puntos estratégicos de la ciudadela, ya que almacenaba la pólvora destinada a su defensa y a nutrir los cañones de las embarcaciones. Por eso, fue concebido para minimizar al máximo el riesgo de explosiones. De hecho, los soldados que entraban a su interior debían hacerlo descalzos.
Marie-Suzanne de Ponthaud, arquitecta jefe de Monumentos Históricos, dirigió la restauración de la ciudadela. Así explica su trabajo de investigación para recuperar el esplendor de la cubierta del polvorín:
“El edificio está rematado con una bóveda de cañón. En uno de nuestros sondeos de carpintería nos dimos cuenta de que las cornisas eran irregulares, por no decir que estaban abombadas. Esto resultó sorprendente, ya que es un tipo de construcción en la que nada se dejó al azar. En la restauración, este detalle evitó la instalación de una viga de carga que hubiera permitido que la parte baja de la vertiente de la cubierta llegara más lejos.
En esta línea, apostamos por la elección de una pizarra gruesa colocada de manera decreciente y armonizada en ocho alturas. A esto se añade una primera fila de 60 cm para asegurar una perfecta estanqueidad por el desagüe.
El señor Masson, conservador de Monumentos Históricos, comprendió perfectamente esta elección. Este descubrimiento puede perfectamente sugerir otra idea: las cornisas servían simplemente para retener la tierra en el caso de que las bóvedas se llenasen de vegetación. Es un caso que se observa por ejemplo en Belle-Île, un edificio de las doce fortalezas de Vauban.
Esta solución permite absorber la humedad para preservar las municiones y además camuflar un edificio tan estratégico para la defensa de la ciudadela y el estuario. Esta hipótesis es probable ya que, en las representaciones de la ciudadela de finales del siglo XVIII, la pizarra ya está presente”
Para este trabajo tan delicado, la pizarra CUPA 4 MH Monument Historique se impuso como la mejor solución. Esta gama es el resultado de una minuciosa selección para responder a las más rigurosas exigencias. La empresa de cubiertas Ets Davy estuvo a cargo de los trabajos de renovación.
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